(Fragmento de la historieta "Recuerda" de Carlos Jimenez)
A Diego Felipe Becerra lo mataron por menos. Si
haces un grafiti en las paredes de un banco, al otro día podrás ver a un
empleado borrándolo. En Cali, en los últimos años del gobierno Uribe, había un
escuadrón encargado de tachar grafitis políticos. Tachar o pintar encima sobre
algo en que te esmeraste e invertiste tiempo en pintar, son gajes del oficio
que muchos grafiteros y muralistas callejeros saben de sobra. Es prácticamente
una ley: una pintura en la calle es efímera. Y la forma en que varios de estos
artistas urbanos enfrentan esa realidad es seguir necios con su oficio, rayar
de nuevo, allí o en otro lado. Es una lástima que muchas obras se pierdan de
esa manera, pero si la intención es conservar un mural de posibles
alteraciones, destrucciones o censuras, ponle un vidrio o mejor pinta en otra
cosa: en un lienzo y protegido bajo techo con un vigilante que no deje
acercarse a los espectadores y posibles perpetradores. Si esta no es la intención,
está bien, pero tengan en cuenta que el final de aquel “dialogo dibujado” pudo
haber sido distinto y muy probablemente con el tiempo habrían aparecido tags,
stenciles, carteles o hasta un “millos campeón”. Yo hubiera preferido eso.
Pero morir es inevitable y un mural no está exento
de la norma. ¿Cuántas veces habrán limpiado o renovado los metros grafiteados
en New York? o para no ir muy lejos, ¿qué paso con los grafitis que pintaron en
el metro de Medellín o el Transmilenio? La gran diferencia con este caso, es
que ustedes están amparados por un contrato que garantiza el bienestar de su
obra, porque el joven artista callejero que entra ilegalmente a los patios del
metro para pintar no tendrá ni eso, lo más probable un arresto, una bala y
hasta morir atropellado en los rieles, como ya ha pasado antes.
Por razones políticas y justo después de terminada,
“El hombre en la encrucijada” fue mandado a destruir por el mismo hombre que
contrato a Rivera, cosa que hizo de esto un hecho verdaderamente lamentable. Y
si bien, no es justo comparar este “dialogo dibujado” con la obra del maestro
mexicano, es tal vez una situación similar y nos puede ayudar a tener en cuenta
que todo lo que expongamos públicamente es vulnerable a la mano bruta que
maneja un cincel, aerosol o brocha, cumpliendo las órdenes de unos superiores
que discreparan con lo pintado. No es la primera vez, pero con esto no quiero
pedir que caigan en la resignación.
“…Soñé que tapaban todo nuestro mural con la palabra vida” dice una de las señoras pintadas por Lucas, como si de una
premonición o de una deducción sobre las posibles reacciones a los tintes
políticos de su dialogo en conjunto con Powerpaola. Fueron menos creativos,
pero muy efectivos en cumplirlo. Hasta el momento para mí no es claro lo que
pasó esa mañana, pero me quedo con el testimonio que narran en el artículo de
El Espectador. Pudieron hacerle cara al trabajador, no dejarlo pintar, quitarle
el rodillo o patearle el cubo de pintura, “defienda su talento” como dirán. En
estos momentos él hubiera es inútil, y cada quien es valiente a su manera. La
acción de volver a pintar y señalar lo que estaba pintado sobre lo tapado es lo
más acertado que ha pasado en todo este asunto, resaltando aún más todo el
mensaje del muro original. Fue un acto burdo por parte del colombo americano y
ustedes supieron responder a diferencia de ellos.
¿Qué se hace ahora? ¿Retiran o no las obras de la
exposición? ¿Boicot por parte de los demás artistas? Creo que en estas
circunstancias, eso no hace nada. Entiendo que esto provoque la ira y la
decepción, pero tomar estas acciones lo interpreto más como un acto más vengativo
que aleccionador. Y al final el único perjudicado no es el artista, también lo
es el público. El mismo al que le negaron el mural también se le podría negar
la exposición. Y en lo que a mí me consta es, que si algo necesita el público,
es arte y exponerse a él. Negar la exhibición podría ser una victoria para el
que dio la orden de censurar. Creo que en muchas situaciones la mejor respuesta
es ser creativos y buscar una alternativa a lo obvio. Aprovechar el espacio,
los medios y el ingenio para magnificar aún más todo aquello que se quiso
decir. Hay que hacer que la gente vaya y vea a Trump culiandose a un
águila calva. Invitar a la gente a que asistan al resto del salón, que conozcan
todas las demás propuestas que hablan sobre la situación en la que vivimos,
nuestra historia y cultura, todo eso que, de haber una oportunidad, de seguro
lo destruirían.
Sean necios como el grafitero, que nadie nos quita
lo pintado, por mucho pintuco que le pongan encima.
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